Mi historia con las agujas empezó un 12 de octubre de 2012, ese día mi amiga Rocío llegó a visitarnos con una aguja de crochet y algunas lanas, tejiendo una mantita que terminaría siendo de su futura perrita, Lanita.
Unos días más tarde, me compré unas agujas y unos ovillos de lana y empecé a tejer mis primeras bufandas y mantitas de bebé; dado que estaba atravesando un momento de paro (gracias Junta de Andalucía por darnos tanto tiempo libre a los 4502 profesores de Secundaria que despedisteis para que pudiéramos aprender cosas nuevas) y personalmente muy duro, los meses posteriores pasaron tejiendo, tejiendo y tejiendo en el sofá.
En Semana Santa de ese año comencé con el crochet después de descubrir que para los japoneses los amigurumis no son solo artesanía, sino que, según la tradición, tienen alma y se convierten en protectores de aquellos a los que se les regala.
Y así empieza mi historia con las lanas y las agujas; así nacen mis tejemanejes.
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